lunes, 9 de mayo de 2011

Quiero un pincel de azabache! - 1990



Arcadia Teresa

Para mi madre, vivir es crear e inventar la pro­pia vida, es saber por qué se vive, es estar en el mundo con alegría y optimismo; por eso abre su corazón y su mente a las dimensiones del mundo y en él deja la huella de su profunda vida en Dios.
Ella siente y vive en carne propia el sufrimiento de sus semejantes, comprende, ayuda y ama a los menos favorecidos, a los disminuidos y a los mar­ginados, descubriendo en ellos el rostro de Dios y sirviendo con alegría y entusiasmo.
Como cristiana no tiene fronteras con su próji­mo, escribiendo su historia, no con palabras, sino con una vida entregada en la que la fuerza del equi­librio le permite obrar sin sentirse héroe ni víctima
Dotada de carismática autoridad nos imprime indeleblemente a nosotros la hidalguía de una raza. Demostrándonos que no es evadiendo las dificulta­des, sino más bien afrontándolas, como se puede vencer la propia batalla humana. Siente la necesi­dad de dejar una huella de su paso entre nosotros y qué bien sabe dejar esa huella de su huella.
Silenciosa y discreta colabora con casas de be­neficencia y obras sociales. Esposa ejemplar, madre solícita, es bastión del hogar. Ella, como la mujer fuerte del Evangelio sabe con sus trabajos y esfuer­zos progresar con todos nosotros, no sólo en el te­mor de Dios, principio de la sabiduría, sino en el progreso humano y material. No gusta de lisonjas humanas porque su gozo y alegría es el amor a Dios y a sus hermanos. Madre:
Quiero un pincel de azabache
 para pintar tus ojitos...
Para pintar tu sonrisa
quiero un pincel de alegría;
y que tus labios benditos
me roben el alma mía!                      

1 comentario:

anuzka dijo...

bello, hermano....