Arcadia Teresa |
Para mi madre, vivir es crear e inventar la propia vida, es saber por qué se vive, es estar en el mundo con alegría y optimismo; por eso abre su corazón y su mente a las dimensiones del mundo y en él deja la huella de su profunda vida en Dios.
Ella siente y vive en carne propia el sufrimiento de sus semejantes, comprende, ayuda y ama a los menos favorecidos, a los disminuidos y a los marginados, descubriendo en ellos el rostro de Dios y sirviendo con alegría y entusiasmo.
Como cristiana no tiene fronteras con su prójimo, escribiendo su historia, no con palabras, sino con una vida entregada en la que la fuerza del equilibrio le permite obrar sin sentirse héroe ni víctima
Dotada de carismática autoridad nos imprime indeleblemente a nosotros la hidalguía de una raza. Demostrándonos que no es evadiendo las dificultades, sino más bien afrontándolas, como se puede vencer la propia batalla humana. Siente la necesidad de dejar una huella de su paso entre nosotros y qué bien sabe dejar esa huella de su huella.
Silenciosa y discreta colabora con casas de beneficencia y obras sociales. Esposa ejemplar, madre solícita, es bastión del hogar. Ella, como la mujer fuerte del Evangelio sabe con sus trabajos y esfuerzos progresar con todos nosotros, no sólo en el temor de Dios, principio de la sabiduría, sino en el progreso humano y material. No gusta de lisonjas humanas porque su gozo y alegría es el amor a Dios y a sus hermanos. Madre:
Quiero un pincel de azabache
para pintar tus ojitos...
Para pintar tu sonrisa
quiero un pincel de alegría;
y que tus labios benditos
me roben el alma mía!
1 comentario:
bello, hermano....
Publicar un comentario