lunes, 9 de mayo de 2011

CEJOTA Y SUS SUEÑOS DE COLORES - 2010


Y entonces se fue quedando en el sueño por toda la eternidad y en la muerte soñó que llegaba a un día azul como su camisa, como las medias de hilo, como la cortina de colores de la ventana que daba  a la parte de atrás de la casa: fresca y grande, como los días que recordaba en la plaza Miranda (entre música de retretas  y risas, entre miradas a las muchachas florecidas), él muy tímido, perfumado con una loción de flores blancas y una sonrisa que le pulí la  nariz.
Se murió, sí señor, sin que se  lo pelearan entre ángeles y los demonios, sin gente haciendo cola para romper el silencio con murmullos, ni rezos rebotando en las paredes. Soñando, se murió soñando y en los sueños de colores visitó a todos sus amigos de antes y después, los de sueños y de farras, los de tristezas y desfiles, los cómplices en amores y los que no decían ni sí ni no; recorrió las nubes blancas, verdes, azules, rosadas, violetas, amarillas y subió más arriba que el sol y las estrellas, donde están sus pinturas, bailando una salsa, con el calor de un vinillo en la sangre y alguna picardía en  los ojos. Se murió el artista, el más grande y universal de los pintores villacuranos, cobijado por mil sonrisas, y sintió cantos de huríes, vientos frescos con rumor de canciones turpialeras, que cuando se muere un pintor como él, el mundo se hace de nuevo y el cielo se llena de fiestas donde todos bailan y cantan, ríen y brindan por la vida, saltan y se sienten niños, como las rondas  de  sus  pinturas.
Se dice también que no anochece ya nunca jamás porque la luz es tanta como la de sus cuadros iluminados en todos los hogares de su pueblo, como las cuerdas brillantes de una guitarra, como la música que no termina, como un amor juvenil, como una eternidad en calma, como un potro que se alebestra, como un cantor que es canción  por  siempre.
Morirse en Villa de Cura, mirando el cerro El Vigía o recordándolo como se recuerda la piel de una mujer (sintiéndola perfumada, recorrida, amada), es entrar al paraíso sin pasar por porterías ni permisos, sin la carga de una indulgencia ni el juicio de haber vivido, es vivir ya (y por fin) sin que otros le calculen a uno la muerte ni los años arrepentidos. Se murió en el sueño soñando cosas de colores. Se fue caminando entre los peregrinos y la procesión del Santo Sepulcro y los campos se le hicieron más limpios y verdes y las ciudades más cortas y blancas con mares azules dando canciones en su choque de espuma contra la arena y en la muerte soñada de colores le nació el alma. Y, más allá, cuando cabalgaba un purasangre por encima de las nubes, con un poema de JM entre los dientes y una corona de alegrías en la cinta del sombrero, el soñador muerto (ahora eternamente vivo), se volvió un Reverón y hubo poemas recientes en el aire, palabras renovadas para el pintor cotidiano, el de sus cuadros y sus tallas (para el artista de orfebrería fina) que se hizo libre en su último sueño, tan vivo como una mirada deleitada por el asombro.
Había que verlo sonreír y hablar a los atardeceres y a los primeros soles, repartiendo colores y pájaros, como si cada día fuera una creación del mundo. Y todos lo veíamos por las calles de su Villa, regresando con una sonrisa plena, caminando corto, saludando con la mano, lleno de toda la felicidad del mundo.
Carlos José Martínez, Cejota, ya no se moriría nunca jamás, se olía en esos perfumes de colores. Y en el brillo de sus ojos, en esa forma de mirar como si fuera a convertir las palabras en una bandada de pájaros venidos de otros cielos. Desde la noche de candiles amarillos de Las Tablitas se ve más allá de sus calles una extraña claridad móvil de cocuyos. Si se aguza el oído se escuchará distante una dulce música  llena  de  colores…

3 comentarios:

Julian R Toledo dijo...

Chencho, no sabía de tu Blog, como villacurano te agradezco las palabras para Cejota, yo las subrayo, Carlos es mi amigo allí donde esté.
Me acabo de mudar de apartamento ayer pasé el día colgando cuadros y hoy terminaré, hay 7 piezas de el, uno de Nicorsin, 4 de Cesar David, y una placa que me concedieron "Los Niños Cantores".
Un abrazo, Julian.

Raquel Cáceres dijo...

Acabo de descubrir esta página, estupendos recuerdos de personajes villacuranos. Felicitaciones. Saludos de una nostálgica villacurana de Las Mercedes, desde Zacatecas, México.
Raquel María Cáceres Correa

maria esperanza nahmens dijo...

Buenas tardes tuve el privilejio de conocerlo y de tener algunas de sus obras, necesito saber donde podria evaluar para vender algunas de ellas ya que por motivo de viaje no me las puedo llevar, agradecida mi telefono es 04144124531 maria esperanza