sábado, 14 de mayo de 2011

Hay personas y nombres que forman parte de una ciudad - 2011

No todos pueden conseguirlo.  Son necesarios años de esfuerzos infinitos, de consagración, de acendrado cariño. Son esas personas como los árboles; primero dieron sombra mínima pero cordial en un camino.   Después el  camino fue avenida y con su verde aspecto de campo puro, los árboles van extendiendo sus ramas y haciéndose cada vez más presentes en la vida  urbana.
Viven por que han logrado adentrarse en la tierra, dan sombra porque sus hojas son anchas y sus ramas fuertes. Porque son  generosos, en suma. Quiebran la luz para que el paisaje del cerro EL VIGIA pueda ofrecer todos sus matices y marcar todos los días en la tierra villacurana el paso altivo y cálido del sol.
A esas personas pertenece José Miguel Seijas. Se puede decir que está siempre  visible en la ciudad, su villa, con la visibilidad de la presencia de los hombres verdaderos, y con la altura y la sonoridad de sus propias torres.
Reportero, periodista, locutor, fotógrafo. Amigo por excelencia. Su gesto cordial y su palabra  serena, hacía  menos amarga la amargura o más placenteras las horas de alegría de los ciudadanos que son sus prójimos en el sentido integral de la palabra. Como los árboles, no se puso a  escoger a quien le  daba sombra; como la luz, se esparcía a todos los que han querido oírlo. Con su palabra como antorcha y con su    intelecto claro, no es  solamente un árbol mas de Villa de Cura. Es una de las alamedas de la ciudad, ella es el objeto de su cariño y por eso estará integrado para siempre dentro de sus contornos.
Cada salida durante 33 años de su querido periódico EL VIGIA, era enfrentarse al sol y a los campos como los hidalgos. Era exponer la cara, el cuerpo y el  ánimo a todos los   vientos y tempestades.
Era estar seguro de poder marchar convencido de que se tienen derechos adquiridos al camino. Cumplió una verdadera función ciudadana, pues interpretó con exactitud y elegancia los hechos y nos obligó a todos a pensar en ellos.
No era necesario mucho tiempo para hacerse amigo de José Miguel Seijas, porque su grandeza espiritual estaba en la bondad del corazón.
 Todos creíamos que su salud mejoraría. Dios dispuso otra cosa. Ante sus designios, inclinemos nuestra frente y démosle gracias por haber querido  que esa gran luz de su vida sencilla y humilde brillara por varios años sobre nuestra querida Villa de Cura.
 Descansa en paz, amigo.


2 comentarios:

Estela dijo...

Bien merecido recuerdo Chencho, me gusta tu blog, no lo conocía.

saul albano dijo...

Sólo la fuerza de tu sensibilidad y la amplitud de tu generosidad es capaz del reconocimiento en un entorno cada día más voluble por la indiferencia. Gracias Chencho, por este reducto de buenos sabores